Hábitos de lectura primavera-verano

Estamos en plena temporada de primavera, con varias festividades a nivel nacional o autonómico que ofrecen días de asueto, y esperando impaciente la llegada de la época estival, la temporada vacacional por autonomasia. Se podría pensar que es momento de disfrutar al aire libre aprovechando el buen tiempo, realizando actividades en familia o en grupo que tengan que ver con el deporte o el esfuerzo físico; y eso justamente es lo que hace mucha gente, pero ¿toda? Pues va a ser que no.

Son muchos los que buscan salir al aire libre para relajarse, como pasar la tarde en un parque, en un prado o montaña, o en un albergue rural; y además acompañan estas salidas con un libro. Es desde luego una buena noticia para el sector, que durante unos años estuvo en una situación precaria, cuando los productos de ocio y entretenimiento pasaban por otros medios más visuales e interactivos, y hubo que hacer una verdadera campaña de promoción de la lectura para concienciar al público; por suerte, parece que ha dado sus frutos, y aunque puede que haya cambiado la forma tradicional de disfrutar de un libro, lo que importa es que el hábito ha vuelto a instaurarse en una gran parte de la población.

Claro que parece que para muchos eruditos esto no parece ser suficiente, y abogan porque hay que preocuparse no solo porque la gente lea mucho, sino también por lo que lee; de lo que se deriva que pude que haya lecturas de primera y de segunda, algo así como pasaría con el cine erótico y el porno gratis. El primero se considera un arte, un género de culto que practican algunos directores muy reconocidos y que da lugar a peliculas profundas que parece van más allá de desnudos y sexo; el segundo, que no solo se puede encontrar en cantidad ingentes gracias a internet y las webs porno sino que además no cuesta un duro, es una burda imitación de expresión artística, despreciado por todos pero consumido por muchos. Ni que decir tiene lo que la pornografía representa para los autodenominados «entendidos» en arte; imaginarás que para ellos eso de ver jovencitas desnudas, o maduritas macizas, o abuelas cachondas teniendo sexo y disfrutándolo es una ordinariez como poco, aunque cabría pensar: lo que está mal, ¿es verlo o disfrutarlo? Mientras se aclaran y nos aclaran que es lo correctamente permitido o no, la pornografía online tiene millones de visitas.

Llevado esto al mundo de la literatura, no hay duda de que el género de segunda sería la literatura romántica o las novelas eróticas, su versión más sensual y sexual. Recordemos, para las mentes más puritanas, que el famoso Cantar de los Cantares bíblico ya se consideraba poesía erótica; así, este género ha formado parte de la literatura desde que esta era en formato oral incluso, mucho más cuando pasó a ser de forma escrita. En la antigüedad, a nadie se le ocurría pensar que estas lecturas eran inapropiadas, u ofendían la sensibilidad de alguien; en los tiempos modernos, puede que se haya terminado la crítica escandalosa, pero queda el regusto a cierta intolerancia, por no hablar de que ni a las obras ni a los autores se les da ningún valor como representación del arte literario.

Pero para callar la boca a tanto intransigente, ahí están las cifras de ventas; no hay más que verlas para comprobar cuántos bestsellers pertenecen al género erótico, y la cantidad de público fiel que es capaz de movilizar. Las autoras eróticas (suelen ser mujeres, aunque empiezan a despuntar algún que otro escritor con bastante acierto) son conocidas internacionalmente, y sus legiones de fans se pueden comparar a las de una banda de rock o un equipo de fútbol: totalmente entregadas. Sería difícil pensar que todas estas personas son unos descerebrados que no tienen ningún criterio a la hora de elegir sus lecturas, ¿no? Así que mejor dejar que cada cual lea lo que quiera, sobre todo en un hermoso día primaveral.