Todo el mundo puede ver, a poco que se moleste en mirar, unos escalones que no ofrecen una alternativa de ascensor o rampa. También si una máquina expendedora de billetes incluye braille o audio para ayudar a las personas con discapacidad visual. Es más complicado en cambio, menos evidente, comprender hasta qué punto se ha alcanzado una mínima accesibilidad cognitiva en nuestro entorno.
Muchas personas con discapacidad intelectual cuyo objetivo es llevar una vida autónoma se encuentran a diario con muchas barreras cognitivas que no se lo permiten.
Conoce la historia de Fran y Abel en el siguiente enlace: